En el bucólico paraje, bajo nubes amenazantes pero al calor del fuego de una chimenea, los educadores recordaron a personas que marcaron su vocación de servicio a la educación, así como situaciones de la vida que han ido reafirmando nuestra condición de educadores maristas.

Como corolario, la renovación de un compromiso en clave vocacional con lo que somos: con nuestras familias, con nuestro colegio, con los alumnos y alumnas y con una educación que quiere ser cada día más evangelizadora.